INTERIORES INTERMEDIOS

Interiores intermedios

¿Se puede fotografiar el aire? ¿Es capaz una lente de registrar algo más que los objetos?

El encuadre impone de manera tajante sus límites artificiales. Pero, con toda su fuerza de selección personal, no deja de ser una convención, asumida como tal por el espectador. Es en su estructura compositiva donde la imagen acoge sus verdaderas líneas definitorias. Con ellas dibuja mapas de recorridos, itinerarios de comprensión. Los vacíos, habitados en otro tiempo por el aire, son ahora ocupados por quien los convierte con su mirada en objetos de percepción.

El espectador quedaría excluido si su acercamiento fuera un simple movimiento centrífugo de atracción y rechazo, en un único eje central. Es sólo papel, la proximidad no te hace sentir. Incluso el plano horizontal es coactivo, se requiere un esfuerzo, no es percibido. Pero la magia sensible, que atrapa el sensor, la película o la impresión, ha creado una dimensión múltiple de atmósfera y materialidad. No te metes dentro, lo recorres. Los ojos se van deteniendo en los nudos de una malla profunda, construida de ejes de atención, de espacio seccionado. Ni cerca ni lejos, la dualidad interior-exterior queda suspendida.

Es entonces cuando te preguntas de dónde llega la luz. Una luz difusa o focal. Siempre real en su misma irrealidad… la tuya. Te ves envuelto, observando desde ambos lados. Resulta que la cuarta pared sí existe, pero está detrás. Ha pasado de ser invisible a quedar atrás. No hay límites, fuera de la fotografía está ocurriendo algo. Está a punto de transformarla, invadiéndola. Entre las sensaciones se desvanecen los nombres. El “espacio vital” de Lewin, el “in-between” de Merlau-Ponty. Espacios topológicos. Interiores interrelacionados. Interiores coordinados, interiores encajados, interiores compartidos.

Los niveles de lectura son entonces niveles de consciencia. Al entornar los ojos, las imágenes complementarias que crea nuestra imaginación – aquello que no se ve tras los objetos – son más revolucionarias que la reproducción más fiel de la existencia. El objetivo nos ayuda a abrir los ojos, a superar las limitaciones de nuestra capacidad visual y perceptiva. Se encierra sin asfixiar. Las aristas y ángulos desdoblan la escala de grises, multiplicándola. Los huecos del interior sirven para escapar afuera. La imagen borrosa convierte en nítido lo fundamental. El aire gris deja ver mejor y más lejos.

Si como afirmaba el conocido personaje de Saint-Exupéry, lo esencial es invisible a los ojos, podríamos decir que la fotografía lo hace visible. Para el hecho arquitectónico, la creación de la imagen extiende el eco de los fundamentos del proyecto hasta reducirlo al interior de su propio carácter. Utilizando sus propios medios es capaz de dibujar en nuevo plano creativo su capacidad de emoción reinventada.

publicado en Formas de Arquitectura y Arte, 18 (2008)

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