AIRE DE CIUDAD
Aire de ciudad
En julio de 1919 Marcel Duchamp, residente por entonces en los Estados Unidos, viaja durante algunos meses a Francia. De este periodo se conocen sus contactos con los círculos surrealistas y algunas de sus realizaciones conocidas como “ready-made”. Una de éstas tiene su origen en el regalo que prepara para dejar a su amigo y mecenas Walter Arensberg en el momento de la despedida por su regreso a América. La ampolla de vidrio, que más tarde, desde 1949, deberá ser objeto de varias versiones, pasará del catálogo de accesorios de farmacia a la Historia del arte con el nombre, ya hoy tópico en el marketing del turismo cultural, de Aire de Paris. La creación de Duchamp, como ha sido estudiado y analizado en numerosas ocasiones, encierra sugerentes lecturas acerca de lo conceptual en el desarrollo de las ideas artísticas y de la compleja relación artista-obra-espectador. Pero también, y por eso sirve de punto de partida para nuestra reflexión, significa aislar la representación de un tema cuya importancia en la evolución de las formas de modelización de la realidad -perspectiva, profundidad, tridimensionalidad, relación entre los objetos- resulta tan indiscutible como difícil e infrecuente de atender.
Representar la ciudad supone conjugar los diferentes elementos que componen su paisaje, integrado tanto por sólidos visibles de presencia física como por la distancia, la relación y la articulación entre ellos. De la formulación de estas secuencias de lleno-vacío resultará una determinada comunicación del hecho urbano. Según esta lectura global, nos parecen bastante expresivas dos tendencias de la contemporaneidad fotográfica que han llegado a convertirse en auténticos estereotipos visuales.
Imágenes como las de Michael Wolf aparecen una y otra vez en publicaciones de reportajes y documentos que pretenden dar noticia de las transformaciones experimentadas estos últimos años por las grandes aglomeraciones, sobre todo en oriente. La rotundidad de la escala queda subrayada por la acumulación, y el encuadre cerrado alimenta la opresión de una trama asfixiante que se siente susceptible de extenderse hasta el infinito. La frontalidad de la perspectiva y la perfección técnica, cualquier atisbo de distorsión óptica está radicalmente prohibido, sustenta el mensaje de neutralidad, de manera que sea fácil identificar lo construido, por cámara y fotógrafo, y lo real, verificable en cualquier momento por la visión directa del viajero.
Si perpendicularmente la fotografía puede sumergirnos en una ciudad densa, sin aire, también posee los recursos necesarios para hacerlo, paradójicamente, desde el cielo. Las vistas aéreas, que en la historia quedaron asociadas a una auténtica revolución en el punto de vista y en las posibilidades de composición de la imagen, son hoy medio habitual de denuncia y de llamada de atención sobre los cambios radicales que las sociedades humanas están ocasionando a la Tierra y que tienen su reflejo en las modificaciones de su superficie. A nivel de la propia forma urbana, la compresión focal y la abstracción características de estas tomas elaboran escenarios planos, de profundidad desaparecida, dibujados por una aséptica geometría y un descarnado cromatismo. Las cubiertas y los aparcamientos del proyecto Urban Surface del fotógrafo alemán Bernd Uhde, son piezas de una cartografía inanimada y epidérmica.
O todo lo contrario. Entre los lugares más visitados últimamente por los fotógrafos cualquier persona próxima al medio citaría los espacios en desuso y las edificaciones en ruinas; lo obsoleto como espectáculo, la desolación y el abandono de un tiempo que se asume solo por ajeno. Detroit se ha convertido en auténtico destino de peregrinación en estas rutas de la desocupación. Pero no son sólo las grandes fábricas, antes emblemas construidos de los años de esplendor del desarrollo, o las viviendas abandonadas por una población reducida a más de la mitad, los objetivos codiciados por los cazadores de imágenes. La ciudad en sí misma es a la vez escenario y protagonista. Habituados a gestionar el fenómeno urbano en su dimensión multiplicadora, la contracción y la disolución se presentan como procesos inauditos, cuyos parámetros de reconducción se desconocen. Mientras, nuestro sensor colectivo sigue almacenando, en número creciente, estos vacíos sobrevenidos, esta invasión de aire que miramos con incómoda ansiedad.
Si el Detroit que retrata Vergara estamos seguros de que fue ciudad, no podríamos decir lo mismo de los emplazamientos donde fueron tomadas esas otras vistas de casas aisladas, composiciones directas en su discurso y en su mensaje, que nos ofrecen la nada como antónimo de ciudad. La gran extensión de aire que se desborda por los cuatro lados del fotograma y que ancla la mirada del espectador en un único centro: la vivienda, algo onírico, irreal, de un tiempo detenido o de un país fantástico. Sea producto del estallido de alguna burbuja, o de nuevas formas residenciales para seres desconocidos, lo cierto es que son leídas como testimonio de la desaparición de la ciudad.
Sería desproporcionado concluir que esta doble alternativa de pesadilla, de asfixia o de hiperventilación, define la producción de imágenes urbanas en la actualidad. Siguen vigentes hoy corrientes como la Street Photography, que van reactualizándose y encontrando nuevas formas expresivas. Pero con el aire situado en el foco de nuestra atención, tendría que ser el momento ya de plantearnos la correspondencia entre estas líneas de fuerza de la creación visual y su reflejo como maneras de vivir lo urbano. Porque si una imagen es la representación de una percepción, deberíamos preguntarnos por las causas perceptivas de semejante polaridad de vacíos. Quizás sea, como señaló hace tiempo Lipovetsky, porque nuestra época recoge la contradictoria aspiración de la hiperindividualidad afirmada en la negación de lo colectivo, una era de narcisismo y angustia. Más aún, la fuerza de mensajes como los que acabamos de referir nos llevaría a formular la cuestión de en qué medida estos tópicos visuales, que pertenecen ya al universo de imágenes mentales de comprensión colectiva, están construyendo nuevos modos de percepción de lo urbano, tanto en el sentido de la densidad como en el de la desocupación.
Publicado en La Ciudad Viva (2013): http://www.laciudadviva.org/blogs/?p=19564